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Cita Desastrosa

  • Foto del escritor: Vivencias De los 30
    Vivencias De los 30
  • 3 ene 2018
  • 3 Min. de lectura

O como también la llamo, “la cita para el olvido” (ocurrió hace casi un año).


Definitivamente, las personas somos seres impredecibles y hasta inentendibles. Queremos lo que no tenemos, anhelamos lo difícil, y cuando el querer y el tener coinciden; no lo aprovechamos como deberíamos.


Si bien no soy una experta en citas, de hecho no tuve varias a lo largo de mi vida (y si, tengo más de 30 años), mi poco transitar por ese ámbito me da la suficiente facultad como para calificar a una de ellas como LA PEOR CITA DE MI VIDA!!!


Cómo llegué a eso? Ya mismo se los cuento: Para bien o para mal, el Whatsapp© se convirtió en la vía de “comunicación” predeterminada. Hoy en día es utilizado para estar en constante contacto con la familia, los amigos, realizar negociaciones e incluso concertar citas. Si bien a mí me parece muy ambiguo concertar una cita a través de esa vía, finalmente termino adaptándome. Fue así que ante el comentario de EL diciendo “me gustaría que me invites a tomar un vino alguna vez, tú dirás dónde y cuándo, que yo voy” accedí a que finalmente podamos conocernos, luego de casi un mes de estar intercambiando mensajes, los cuales inicialmente fueron relacionados al trabajo, para luego ir avanzando un poco más hacia charlas personales y aleatorias además del trabajo, por supuesto. Había sugerido día y lugar; para lo cual tuve un retorno dubitativo, por tanto, no insistí mucho sobre eso, después de todo, tampoco lo puedo obligar a que tenga una cita si no quiere. El día fijado era sábado, la comunicación durante todo ese día fue bastante dispersa, ya no volví a mencionar lo de la cita, estaba esperando algún retorno de su parte, lo cual no se dió. Ya entrada la noche, es como que reaccionó y me dijo “me gustaría teletransportarme junto a ti” pero por supuesto, ya se había hecho tarde.


Al día siguiente, la comunicación siguió dispersa, más que nada charlamos de fútbol, de nuestro equipo favorito (sí, nos gusta el mismo club deportivo, algo atípico ya que siempre conozco a quienes le van al otro club, el acérrimo rival). Se terminó el partido, ganó nuestro Club y él como que estaba inmerso en esa euforia ante la victoria, y me consulta si podíamos vernos. Ya era domingo, no quería moverme de mi hogar, entonces quedamos en vernos ahí.


Al llegar, noté que estaba muy animado por decirlo de alguna manera, ya estaba con algunos efectos producto de la bebida que ya estaba tomando, y para seguir con esa racha, buscamos más.


La cita fue de más a menos: charla interesante, inteligente, entretenida seguido por la dificultad de mantenerse erguido, caminar en línea recta, para finalmente caer rendido y dormido en el living de la sala.

Fuente: Google Images


Finalmente, me encontré alterada, enojada conmigo por haber roto mi regla de “la primera cita NUNCA debe ser en la casa”, realizando mi desahogo con amigos quienes se encontraban durmiendo (lógicamente, ya era lunes de madrugada, arrancaba la semana laboral) e intentando despertarlo durante las últimas dos horas para que vaya a su casa. Ya no lo quería ver, no estaba dispuesta a dormir y despertar para iniciar mi jornada laboral viéndolo postrado en mi living con una resaca y con la posibilidad de que ni siquiera recuerde lo que ocurrió la noche anterior.


Tenía mis fichas puestas en él, y dejando de lado lo suscitado a causa del alcohol, parecía que podría gestarse algo interesante, sin embargo, no puedo pasar por alto tal suceso. Por supuesto que me quedo pensando “si esta fue la primera impresión, no me interesaría tener una segunda…”


 
 
 

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